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Relato: SE ME CASA

  • tecnicolarasoft
  • 26 ago 2021
  • 5 Min. de lectura

SE ME CASA

Esta espera en el umbral de la capilla me paraliza el alma, se me hace interminable. Está todo precioso. De ensueño. Jamás pensé que sería así. Ya es mayor, y se me casa.

Recuerdo cuando fui con ella a buscar el traje de novia. Nunca pude imaginar que llegaría ese día, pero sucedió. No quería reconocerlo. En realidad mi mente no se hacía a la idea, como una coraza o escudo que intentas interponer para lograr protegerte, pero que sabes que llegado el día, el duro metal se va a volver de papel, y se va a derretir como la cera de una vela incandescente. La quiero con toda mi alma.

Me armo de valor y entro. Hace calor. El bullicio de la gente me marea. Me da un poco de nauseas. Todavía no se han percatado de mi presencia. Aun así apretó las manos contra mi bolso y entro en la capilla.

Su vida no había sido fácil. Un duro trabajo desde muy pequeña ya que la familia tenía que subsistir con un salario mínimo y no había para muchos estudios, su familia la necesitaba. Teníamos lo justo para que no faltase un plato de potaje a la mesa, pero eso sí, la casa tan limpia como los chorros del oro.

Estoy buscando mi banco donde sentarme. Sé que es adelante, pero sigo con las náuseas y tengo mucha vergüenza, pero estoy feliz. Es orgullo lo que siento en mi interior. Un orgullo extraño en mi sentir al que no estoy acostumbrada.

A toda persona buena le llega su gran día. Un día de felicidad, de emociones, de pasión, de nervios, de aventuras. Tengo sentimientos encontrados.

Recuerdo la paliza que me dio al teléfono. Lo quería todo perfecto, como cualquier veinteañera. Quería su mesa dulce plagada de cosas coloridas para dar luz a la mesa y a la celebración. También quería un bonito ramo, claro que lo haríamos nosotros porque es una cosa inconcebible lo que piden por un ramo sencillo. El nuestro quedó precioso, como ella. Elegimos un sitio atípico, pero muy hermoso, ya que era una capilla de un pueblo rodeada de naturaleza y aire puro, libre. Todo ajustado al presupuesto, como no podía ser de otra forma. Lo suficiente para sentirse uno feliz, ya que la familia casi al completo estaría allí, que era lo más importante. Estar rodeado de tus seres queridos en un día tan especial.

Estoy vestida con un traje corto, de color rosa. Poseía luz propia, pero yo era el satélite, la estrella estaba a punto de entrar. Ya está el revuelo fuera de la iglesia. Creo que ahora sí que está llegando la más preciosa de las novias. Sé que no podré soportarlo. Las lágrimas comienzan a caer por mi mejilla. Se me casa.

Recuerdo esas horas interminables diseñando las mesas para que los invitados no se enfadaran. Es imposible conseguir un pleno. Todas las tardes que echamos juntas frente al ordenador para diseñar las tarjetas de los detalles de boda pero que nunca le terminaban de gustar. No importaba lo cansada que estuviera, su energía me la contagiaba. Cada risa, cada lágrima, cada discusión terminaban por recargarme las pilas. Hasta las invitaciones diseñamos después de muchos tiras y aflojas. En esta familia siempre hemos sido muy apañados para estas cosas, no había otra.

Ya suena su canción. Todos se levantan y miran hacia la puerta. Ya va a entrar. Me falta el aire. El novio hacía rato que había llegado y la esperaba en el coqueto altar. Estaba muy atractivo, guapo, pero muy nervioso. Tenía los ojos brillosos. Eso me ha acongojado aún más y me empieza a aflorar una ansiedad incierta. Sé que es de felicidad, no paro de repetírmelo. Quiero tranquilizarme. Estaba ansiosa. Mi cuerpo temblaba y me hacía estremecerme. Pero estaba plena, llena, orgullosa, feliz.

Llegan los últimos rezagados. Ya está todo listo. Aparece por la puerta engalanada con flores y lazos blancos, y no puedo contener mis lágrimas. Ya queda poco mi amor. Espero y deseo que su nueva etapa en la vida con esa persona sea prospera y llena de felicidad. Que reciba el amor a raudales, comprensión sin límites y encuentre su nuevo camino sin obstáculos. Esos que pone la vida y algunas personas toxicas que le desean a todos el mal, un mal que ellos emanan y viven a diario. Pero su luz es blanca. Le puse una Cruz de Caravaca que para ella tenía un gran valor, era de su abuela.

Ahí está. Llega radiante. El aura de su vestido radiaba paz. Recuerdo su elección, el tercero o el cuarto que se probó. Largo día fue aquel. Tenía que hacerme a la idea de verla preciosa con cada vestido que se probaba y que a mí me encantaba, pero a ella no, siempre había un pero. Por último, después de elegir traje, los arreglos que tanto nos martirizó. Que si arréglame aquí, que si allí, recoge esto, suelta lo otro. Hasta que al final se quedó con uno como si hubiera sido diseñado para ella. En su justa medida, con arreglos claro. En la etiqueta ponía su nombre. Estaba radiante, bella.

No puedo parar de llorar, ya no me oculto. Me da igual que vean mis lágrimas. No es un llanto que deba avergonzar sino todo lo contrario. Ella me mira y me guiña el ojo. Yo me derrito. Creo que me voy a desmallar. La música, el murmullo, mis piernas, con estos tacones, me están fallando.

La ceremonia avanza. Lo extraño es que la veo, pero en mi cabeza se ralentiza la imagen y se acelera como en una película. Se han puesto los anillos. Una nueva vida comienza. Su nueva aventura promete. Su pareja le ha cambiado la vida. Le ha recuperado la sonrisa, la ilusión por seguir luchando. Llegó como un caballero en su caballo, montado en su moto, aquella navidad en la que lo conocimos, y se la llevó hacia su castillo. La sacó de su lóbrega torre de diez plantas en la que permanecía días y días sin salir. El sol aparece por levante para ella por primera vez desde hace tiempo. Su príncipe azul la rescató de su soledad, ese que ella decía que no existía y que nunca conocería. Jamás volverá a estar sola. Yo no estaré toda la vida a su lado para ayudarla.

Recuerdo cuando llegaron juntos y me preguntaron si tenía planes para este día. -¿Planes?- Pensé. Nunca se tiene planes para cuando llega la felicidad. Te sobresalta y te pilla de improvisto. Te desborda y te atraviesa el corazón como un rayo de electricidad. Todo el cuerpo reacciona. Cada célula de tu ser se alegra, se apasiona, se engrandece. Nada comparado a lo anterior. Nada es igual. Aprendemos con cada sensación.

Mi madre, al fin, se acaba de casar. Se acaban de dar el beso. El cura les ha dado el permiso. Mi madre, a la que quiero con toda mi alma. La que me crio sola valiéndose por ella misma sin parar de trabajar. La que me dio unos valores que nunca olvidare. La que se abandonó como mujer para sacar a su familia adelante. La que ahora está disfrutando como una veinteañera después de cuarenta y cinco años de sacrificios y me está haciendo sollozar. Mi madre, la mejor de todas las madres, para mí, se casó.



Por: Israel Santos Lara



 
 
 

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